
Tocas a una puerta que no se abre. Golpe tras golpe la respuesta sigue siendo solo el eco de tus palabras.
Madera que suena en el vacío de un alma que ha luchado inútil por darle la espalda a tanto... tanto que me ha vuelto ciega, sorda y muda...
Estúpidamente ciega ante corazones más sinceros que el propio. Intencionalmente sorda, negando lo que tengo al frente, tan fresco y abierto... pero sigo sin escucharlo. Fríamente muda, porque con cada hermosa letra que formulas, mis labios se consumen en quietud completa.
Con un golpe más y has intentado abrirme los ojos, la boca, el corazón. Pero algo en mi insiste, no sigas por favor, que con cada golpe una lágrima de culpa rueda por mi mejilla.
(Aquí continúa... pero prefiero guardarmelo para mí)
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